UNA MIRADA MÁS PROFUNDA A LA ORDENACIÓN DE LA MUJER #07: LIDERAZGO

por Ty Gibson

El concepto de liderazgo masculino es el segundo punto evidente ofrecido en favor de la ordenación de solamente los hombres. El problema es que la Biblia nunca habla del rol pastoral como una posición de liderazgo.


Ni una sola vez.

De hecho, aplicar el lenguaje de “cabeza” al pastor es un grave error teológico con implicaciones importantes. Pensemos en esto cuidadosamente, permitiendo que la Biblia nos informe sobre todo lo concerniente al liderazgo.

Hay un total de siete pasajes en la Biblia que emplean la palabra “cabeza” en referencia al

liderazgo. Cinco de ellos designan a Jesucristo como al Único que puede ser la Cabeza de la iglesia. Los dos restantes nos dicen que el hombre, como marido, es la cabeza de la mujer como su esposa, limitando así el rol a la relación del matrimonio. Pero—y esto es crucial saberlo—ninguno de estos textos emplea la palabra “cabeza” con referencia a la posición pastoral o a la ordenación.

¡Énfasis, ni uno!

Aquí están todos los pasajes acerca del liderazgo:

“Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo puso por cabeza sobre todas las cosas en la iglesia” (Efesios. 1:22).

“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en Aquél que es la cabeza, éste es, Cristo” (Efesios 4:15).

“Y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18).

“Y vosotros estáis completos en Él, quien es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:10).

“Y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (Colosenses 2:19).

“Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su Salvador” (Efesios 5:23).

“Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3).

¡En estos siete textos tenemos todo lo que la Biblia dice sobre liderazgo!

Como ya hemos mencionado, estamos inmediatamente impresionados por un hecho obvio y evidente: la palabra “cabeza” nunca se utiliza para designar la posición del pastor o el anciano en relación a la iglesia, tampoco la palabra es usada en relación a la ordenación. A la luz del debate actual acerca de la ordenación de la mujer, por favor tome una pausa y permita que esto quede registrado: la idea de que la posición pastoral es una de liderazgo y, por lo tanto, todos los pastores deben ser hombres, está completamente ausente en las Escrituras.

Pero algunos afirman que el pasaje final citado más temprano (1 Corintios 11:3) trata de los hombres y las mujeres en general, sugiriendo que todos los hombres tienen liderazgo sobre sus esposas. Pablo está diciendo, como se lee el mismo texto en la English Standard Version que “la cabeza de la esposa es su marido.”

¿Cómo es, entonces, que aquellos que se oponen a la ordenación de las mujeres consideran el “liderazgo masculino” una evidencia bíblica a favor de la ordenación de solamente los hombres?

Sólo podemos adivinar, con todo el respeto y consideración que se merece, que aquellos que sin querer han pasado por alto la ausencia de cualquier vínculo bíblico entre liderazgo y la posición pastoral, básicamente han secuestrado la palabra “cabeza” y la han aplicado, sin orden bíblica, al rol pastoral y, por tanto, se inserta en el tema de la ordenación. Es un ejercicio inocente en la hipótesis, pero no es una exégesis correcta. Entonces sí, el concepto del liderazgo del hombre está presente en las Escrituras, pero como acabamos de leer, se aplica exclusivamente a la relación de marido-mujer y nunca se aplica a cualquier cargo que tenga una persona en la iglesia de Dios—sino a Jesucristo.

El argumento del liderazgo en contra de la ordenación de las mujeres emplea la misma metodología del estudio de la Biblia que se usa en aquellos que guardan el domingo y se oponen al Sábado, señalando al lenguaje del “primer día” en el Nuevo Testamento. Con una investigación exhaustiva, descubrimos que hay un total de ocho pasajes en el Nuevo Testamento que dicen algo sobre “el primer día”, pero ninguno dice nada sobre el primer día como el nuevo día de adoración. Del mismo modo, hay un total de siete pasajes del Nuevo Testamento que usan la palabra “cabeza” con respecto a la idea del liderazgo, pero ninguno emplea la misma palabra para describir algún rol de liderazgo humano dentro de la iglesia. La razón de esto es por una ausencia completa de evidencia bíblica que los pastores ocupan un rol de liderazgo hacia la iglesia. Ellos sencillamente no lo tienen. Solamente Cristo es descrito como la “Cabeza” de su iglesia, que se compone de una membresía que incluye tanto a los hombres como a las mujeres, todos constituyen la novia corporativa de Cristo. Eso es literalmente todo lo que la Biblia dice sobre el liderazgo.

Pero piensa en este punto con más profundidad, porque la afirmación de que la posición pastoral es una de liderazgo no es solamente anti-bíblica, sino también es peligrosa.

Hablando en términos bíblicos, no hay una categoría intermedia de las cabezas que existen entre Cristo y su iglesia; no hay ningún conjunto humano de oficiantes que pueda ser considerado como cabeza marital entre Jesús y su novia. Al describir la relación entre Él y su iglesia, Jesús explícitamente indica: “Uno es vuestro Maestro, el Cristo; y todos vosotros sois hermanos” (Mateo 23:8). No hay sentido en el cual el adventismo—como una iglesia protestante con un sacerdocio de todos los creyentes—tenga designada una cabeza o cabezas entre su membresía. Elena G. de White, entendiendo la naturaleza exclusiva de la posición del liderazgo en la iglesia, dijo explícitamente lo siguiente:

“Cristo es la Cabeza de la iglesia” (Manuscript Releases, Vol. 21, p. 274).

y de nuevo:

“Que sea visto que Cristo, no el ministro, es la cabeza de la iglesia” (Signs of the Times, 27 de enero de 1890).

Esta indicación entre nosotros es para distinguir claramente entre el clero y el laicado y elevar la posición pastoral a un lenguaje de liderazgo y privilegio sobre otros miembros de iglesia, y es indudablemente papal. Negarse a permitir a las mujeres a ocupar el rol ordenado en la premisa de liderazgo, peligrosamente supone que todas las mujeres están bajo el liderazgo de todos los hombres, lo cual la Biblia nunca menciona. También, negarse a permitir a las mujeres el rol de ordenación en la premisa del liderazgo, supone que la mitad de los miembros de la iglesia (que son mujeres) no mantiene el estado del sacerdocio de todos los creyentes de interponer un liderazgo humano, compuesto por hombres, entre las mujeres que son miembros de la iglesia y su Señor. La Biblia, en ninguna parte, explica este tipo de arreglo. Hay que salir del adventismo hacia el catolicismo para tener ministros en este rol.

Lo que es crucial entender acerca del liderazgo, es esto: la Biblia no enseña que los hombres en general estén en una posición de liderazgo sobre todas las mujeres en general, sino sólo que el marido individual está en una posición de liderazgo hacia su esposa individual. La relación marido-mujer simbólicamente se aplica en la forma de Cristo, nuestro esposo espiritual, siendo nombrado la cabeza de la iglesia, su esposa espiritual, que se compone tanto de hombres como de mujeres.

Hay una grave y posiblemente peligrosa equivocación por parte de aquéllos que están

enfatizando el liderazgo de los hombres como un argumento en contra de la ordenación de las mujeres. Ellos emplean el concepto bíblico de liderazgo como una evidencia de que las mujeres no pueden ocupar el rol ordenado porque, según ellos, estarían violando la verdad bíblica del liderazgo de los hombres. Pero el hecho es que no hay ningún pasaje en las Escrituras que articule el concepto del liderazgo de los hombres en relación al ministerio, organización eclesiástica o la ordenación. Más bien, el liderazgo se menciona solamente con respecto al matrimonio, y no hay un versículo que lo haga transferible a las relaciones de la iglesia.

Para que la lógica se mantenga consistente, si el ministro ordenado ocupa el rol de cabeza en su iglesia, entonces él ocupa ese rol hacia todos los miembros que no son ordenados, tanto los hombres como las mujeres, que pondría al pastor en el rol espiritual de esposo de la novia de Cristo. Esto es lo mismo que nosotros, como protestantes, rechazamos en la eclesiología

católica. El ministro ordenado en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, de manera enfática, no ocupa un rol de liderazgo hacia la iglesia.

Concluimos, entonces, que no hay ninguna necesidad de preocuparse por la ordenación de las mujeres, porque usurparán el rol de liderazgo de los hombres, porque ni aun los hombres que ocupan la posición pastoral poseen un rol de liderazgo hacia la iglesia. En lo que deberíamos estar preocupados, sin embargo, sería en mover a la iglesia adventista hacia una dirección que defina al pastor en términos de liderazgo, porque eso constituiría en elevar al clero a la posición de Cristo. Dicho de otra manera, no hay un rol de liderazgo que preservar o proteger, excepto del mismo Cristo. Ordenar a las mujeres estaría, de hecho, afirmando la eclesiología del sacerdocio de todos los creyentes, que profesamos seguir como protestantes, y agudizaría nuestra percepción del ministerio pastoral como simplemente una extensión vocacional de tiempo completo, del rol que todos los miembros de la iglesia tienen como una comunidad del sacerdocio de todos los creyentes.

¿Qué le ocurrirá, pues, al liderazgo de los hombres, si ordenamos a las mujeres?

Aún permanece, como precisamente la Biblia lo indica—¡que el marido es la cabeza de su mujer y Cristo es la cabeza de la iglesia!

Para la iglesia, reconocer como pastoras a mujeres con la imposición de las manos sería simplemente afirmar un llamado ministerial a predicar el evangelio y ganar almas para Cristo en una capacidad vocacional. No alteraría nada la identidad ontológica ni las relaciones del hogar de una mujer. Si una mujer es ordenada como una ganadora vocacional de almas, su esposo es todavía su esposo y ella sigue siendo su mujer. Todas las dinámicas de marido-mujer siguen siendo iguales. Él es todavía llamado por Dios a amar a su mujer como Cristo amó a la iglesia y se dio por ella, y ella es todavía llamada voluntariamente a estar sumisa a su humilde liderazgo en el ambiente relacional y seguro de su amor marital (Efesios 5).

Pero estemos seguros de esto: la Biblia nunca razona que como los maridos son la cabeza de las mujeres en el hogar, solamente los hombres pueden ocupar el rol de la ordenación en la iglesia. Ese versículo bíblico simplemente no existe. La idea es una construcción forzada que carece de un solo pasaje bíblico. Yo soy la cabeza de mi mujer, no soy la cabeza de todas las mujeres de cada marido, incluyendo a la mía. Sospecho que todos mis hermanos en Cristo que están casados quisieran mantenerlo de esa manera.

Concluimos, entonces, que el argumento del liderazgo en contra de la ordenación de las mujeres ha llegado con una pura ausencia de evidencia textual. Todo lo que tenemos delante de nosotros en las Escrituras acerca del liderazgo es siete versículos, cinco de los cuales nos informan que solamente Jesús es la Cabeza de la iglesia, mientras que los otros dos versículos nos dicen que el marido es la cabeza de su mujer, pero nunca en el contexto de la ordenación o la posición pastoral. Claro, podemos construir un argumento de palabras y de ideas para fabricar un argumento que prohíba la ordenación de las mujeres, pero no hay nada en la simple lectura del texto bíblico que iguale a un mandato claro sobre el tema.

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