UNA MIRADA MÁS PROFUNDA A LA ORDENACIÓN DE LA MUJER #04: MARIDO DE UNA SOLA MUJER

por Ty Gibson

Cuando se le pide mostrar la cita bíblica más directa y explícita en contra de la ordenación de las mujeres, los que defienden esa posición señalan la cita de Pablo en 1 Timoteo 3:2:

“El obispo (episkope) sea irreprensible, marido de una sola mujer…”



El punto de Pablo aquí, según nos dicen, es que el obispo (lo que generalmente llamamos pastor hoy en día) tiene que ser un hombre, porque el pastor tiene que ser un marido. Pero sabemos que hay por lo menos dos razones hermenéuticas que nos dejan saber con certeza que éste no es el punto de Pablo.

Primero, en el mismo pasaje, un par de versículos más adelante, Pablo dice, “Los diáconos (diakonos) sean maridos de una sola mujer” (1 Timoteo 3:12) y luego, inmediatamente, sin parpadear les dice a los creyentes en Roma: “Os recomiendo además a nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa (diakonos) de la iglesia” (Romanos 16:1).

Un principio muy importante y sólido de un estudio bíblico responsable sería el siguiente:

“Para entender la doctrina, considera todas las Escrituras en su conjunto acerca del tema que deseas estudiar, entonces permite que cada palabra tenga su influencia apropiada y, si puede formar su teoría sin ninguna contradicción, no podrá estar en el error” (Guillermo Miller).

Este principio se repite en el documento oficial Métodos del Estudio Bíblico, votado en el Concilio Anual del Congreso General de 1986:

“Reconoce que la Biblia es su propio intérprete y que el significado de las palabras, textos y pasajes serán mejor entendidos a través de un estudio diligente, comparando las escrituras con las propias escrituras… El lector debe permitir que cada autor bíblico emerja y sea escuchado mientras reconozca a la misma vez la unidad básica de la auto-divulgación divina.”

Deténgase entonces y considere cuidadosamente la comparación de estos dos pasajes. A Timoteo, Pablo le dice que el episkope y el diakonos deben ser ambos maridos de una sola mujer. Luego, de los creyentes en Roma, Pablo nos introduce una mujer diakonos. Podemos concluir, entonces, que Pablo no tiene intención de que su cita en 1 Timoteo 3 sea interpretada como una declaración de género.

Para mayor claridad, esto es lo que tenemos ante nosotros:

“Los diáconos (diakonos) sean maridos de una sola mujer” (1 Timoteo 3:12).

“Os recomiendo además a nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa (diakonos) de la iglesia” (Romanos 16:1).

¿Qué es, entonces, lo que Pablo desea transmitir en 1 Timoteo 3?

Bueno, mira el pasaje de nuevo: “Que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer…”

La gramática del texto presenta al “obispo” como el sujeto. “Marido de una sola mujer” es presentado como uno de los criterios en la lista que Pablo ofrece para definir cómo es un obispo de carácter “irreprensible” (vea versículos 2-7). “Marido de una sola mujer” es un descriptor gramatical de “irreprensible”. El sujeto de Pablo no es el género del obispo (pastor) o el diácono, sino más bien el carácter moral de aquellos que ocupan estos dos papeles. Cuando son hombres, como la mayoría habrían sido, ellos han de ser los “maridos de una sola mujer”, el punto sigue siendo que una sola mujer está permitida. Cuando son mujeres, en el caso de “nuestra hermana Febe”, obviamente el criterio de “marido de una sola mujer” se aplica en principio, pero con una aplicación diferente.

Es realmente así de sencillo, si dejamos que la Biblia hable por sí misma y nos detenemos en leerla selectivamente para comprobar un punto. Claramente, Pablo no intentó hacer una restricción de género con su declaración de “marido-de-una-sola-mujer”. Sencillamente, no podemos ser leales a las escrituras y no aceptar que cuando Pablo dijo que el anciano y el diácono debían ser “irreprensibles, maridos de una sola mujer”, él quiso transmitir que aquellos que están a cargo de estas posiciones deben ser de un buen carácter moral, no que todos tienen que ser hombres. Si fuera así, Pablo se estaría contradiciendo a sí mismo al reconocer a la hermana Febe como una diakonos.


Es realmente así de sencillo, si dejamos que la Biblia hable por sí misma y nos detenemos en leerla selectivamente para comprobar un punto.

Pero hay una segunda razón por la cual no podemos usar 1 Timoteo 3 como evidencia para la ordenación de solamente los hombres. Incluso si aceptáramos que el punto de Pablo es que todos los pastores y diáconos deben ser hombres, Pablo también dice en la misma carta que los hombres deben levantar las manos cuando oran (2:8), y que las mujeres deben “aprender en silencio” y no “enseñar” (2:11-12), que los ancianos que son buenos líderes, especialmente en palabra y doctrina, deberían recibir un doble salario (5:17), y que los esclavos que están bajo el yugo de esclavitud deben someterse a sus amos (6:1).

No consideramos ninguna de estas cosas como eternas normas morales. No tenemos seminarios o simposios, ni tampoco escribimos redacciones, rogándole a la iglesia sobre la necesidad de que los hombres levanten sus manos cuando oran, de que las mujeres aprendan en silencio y no enseñando, de que los predicadores sean especialmente efectivos ganando un doble salario, o de los esclavos honrando a sus amos. Si solamente nos detenemos a pensar sin prejuicios, sabemos que Pablo está hablando aquí dentro de su contexto histórico particular. Esta es la razón por la cual no consideramos estos aspectos de la carta de Pablo a Timoteo directamente aplicables a nuestro tiempo y situación, aunque los principios subyacentes aún son válidos y deben ser aplicados adecuadamente hoy día. La única forma de leer la Biblia de una manera responsable es leyéndola teniendo en mente su contexto histórico. De otra manera, estamos expuestos a perjudicar la línea entre las verdades eternas, por un lado, y las formas temporales, por el otro. Y el hecho es que, como adventistas del séptimo día, siempre nos hemos esforzado en leer e interpretar la Biblia de esta manera contextual, histórica, y responsable.

Ahora toma un momento para notar el problema obvio de 1 Timoteo 3 que, si fuera mal interpretado, pudiera haber presentado para el movimiento adventista en sus inicios, en los 1800, con una mujer como profeta. Claro, había gente en aquellos días que era rápida en citar a Pablo a fin de negar el ministerio de Elena G. de White y probar que ella, precisamente porque era una mujer, no debía estar dando instrucción espiritual. En una ocasión, Elena G. de White predicó en una gran reunión pública en California. Mira lo que ella escribió sobre el evento, con un entusiasmo obvio, a su esposo James:

“El Anciano Haskell habló por la tarde y sus labores fueron bien recibidos. Por la noche se dijo que yo tuve la congregación más grande que jamás se había reunido en Arbuckle. La casa estaba llena. Muchos vinieron desde cinco a diez y doce millas. El Señor me dio poder especial para poder hablar. La congregación escuchaba como si estuviera hechizada. Nadie salió de la casa aunque yo hablé por más de una hora. Antes de empezar hablando, el Anciano Haskell tenía un papel que le fue entregado que citaba un cierto texto prohibiendo a las mujeres de hablar en publico. El trató el asunto de una manera breve y clara, expresando el significado de las palabras del apóstol. Entiendo que fue un Campbelita quien escribió la objeción y fue circulada antes de que llegó a la mesa; pero el Anciano Haskell lo explicó claramente delante del público” (Manuscript Releases Vol. 10, p. 70).


La única forma de leer la Biblia de una manera responsable es leyéndola teniendo en mente su contexto histórico.

Sería útil para el debate actual descubrir cómo nuestros pioneros interpretaron las declaraciones de Pablo en 1 Timoteo. Después de todo, ellos tuvieron que responder a los que usaban a Pablo para negar el ministerio de Elena G. de White. No tenemos ningún documento archivado de lo que dijo el anciano Haskell, precisamente en esa ocasión en particular, para “dejarlo claro ante la gente.” Pero sí guardamos la respuesta de James White a la cuestión general, que nos revela la forma en que nuestros pioneros vieron el asunto. El hermano White tenía una facilidad de palabra e ingenio que pudo llegar al núcleo de la cuestión:

“Nosotros nos oponemos a esa teología estrecha del alma que no permitira a las mujeres ancianas a tener sueños porque la profecía dice, ‘Vuestros ancianos soñarán sueños’ y que eso no permitira a las mujeres jóvenes a tener visiones porque la profecía dice ‘vuestros jóvenes verán visiones’ Estos críticos tacaños se olvidan que ‘hombre’ y ‘hombres’ en las Escrituras, generalmente significa tanto a hombres como a las mujeres, el libro dice que ‘está establecido para los hombres que mueran una sola vez’ ¿Acaso no mueren las mujeres?” (Spiritual Gifts Vol. 3 p. 24).

Esto es “excepcional” por un número de razones. Primero, porque James White está estableciendo una perspectiva fundamental acerca de cómo leer e interpretar la Biblia de una manera responsable (y hermenéutica). Él toma la Escritura con una intención obvia, discerniendo entre los principios evidentes en el texto, mientras toma en consideración el uso de las palabras dentro de su marco histórico. En segundo lugar, él discute que la inclinación de interpretar la Biblia con una exactitud literal que ignora, tanto el contexto más amplio de las Escrituras, como el marco histórico, tiene su fuente en una condición espiritual que él llamo “de alma restringida” y “tacaño”.

Los primeros adventistas, con su profeta que era mujer, sencillamente no creyeron que la tendencia general de la Biblia a dirigirse al hombre—él, esposos y maridos—tenía la intención de excluir a las mujeres. El hecho es que básicamente la Biblia entera está escrita para los hombres, ya que casi todas las culturas antiguas, incluyendo a Israel, tomaban a las mujeres como propiedad y no las consideraban seres iguales, al mismo nivel que los hombres, mientras los escritos de Moisés indican que Dios estaba guiando a Israel fuera de esta manera de mirar a las mujeres (Mateo 19:3-10). Entonces, mientras leemos las Escrituras, se hace evidente que al dirigirse al hombre, los hombres y las mujeres, ambos son incluidos. Abajo indicamos tres ejemplos que deben ser suficientes para hacer este punto obvio.
  1. Los Diez Mandamientos dicen: “No codiciarás a la mujer de tu prójimo” (Éxodo 20:17). Pero nosotros, por otro lado, no concluimos que el mandamiento no se dirija a las mujeres. Creemos que el mandamiento incluye, por implicación y extensión, que las mujeres no deben codiciar a los maridos de sus prójimos.
  2. Jesús dijo: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28). Pero no tomamos sus palabras dirigidas específicamente hacia los hombres, al significar que Él tampoco está dirigiéndose a las mujeres. Las mujeres tampoco deben mirar y codiciar.
  3. El Nuevo Testamento dice: “Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). Sin embargo, no tomamos este texto para excluir a las mujeres de recibir el don de la profecía. Aceptamos que mujeres, tales como Miriam, Débora y Elena G. de White, eran verdaderas profetas y no citamos el lenguaje específico de género de Pedro como para descartar a las mujeres del ministerio profético.

Si el método de estudio bíblico utilizado para interpretar a 1 Timoteo 3 fuera aplicado al lenguaje específico de género de los Diez Mandamientos, el Sermón del Monte y 2 Pedro 1:21, estaríamos forzados a concluir que, mientras que a los hombres no se les permite codiciar a las mujeres de sus prójimos, las mujeres sí son libres de codiciar a los maridos de otras mujeres; y mientras que a los hombres se les ordena abstenerse de mirar y codiciar, las mujeres son libres de mirar y codiciar; y mientras los hombres pueden ser profetas, las mujeres no podrán serlo. A estas alturas, sabemos todos que este acercamiento de interpretación a las Escrituras es deficiente. Y ese es el punto que James White y nuestros pioneros estaban intentando explicar cuando se dirigían hacia los “críticos tacaños” que estaban tratando de negar el ministerio de Elena G. de White citando la Biblia de esta manera, con “alma restringida.”

Concluimos, entonces, con confianza, que el tema de Pablo en 1 Timoteo 3 no trata del género, sino del carácter. Él no está diciendo: “Asegúrate de que sólo los hombres ocupen el papel ministerial.” Más bien, él está diciendo: “Aquellos que ocupen este rol deben ser moralmente intachables.” Ese es el punto de Pablo. Cualquier cosa más allá de esto involucra el imponer sobre el texto más de lo que pretende, e ignorar otros pasajes de las Escrituras que ponen al texto al servicio de una posición preconcebida.

PUBLICADO ORIGINALMENTE: https://lightbearers.org/blog/una-mirada-mas-profunda-a-la-ordenacion-de-la-mujer/

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