UNA MIRADA MÁS PROFUNDA A LA ORDENACIÓN DE LA MUJER #05: EL ORDEN DE LA CREACIÓN

por Ty Gibson

A esta altura de nuestro estudio, necesitamos volver atrás y echar un vistazo sincero a 1 Timoteo 2:11-14:

“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.”



Aquellos que están defendiendo la ordenación sólo de los hombres, señalan este pasaje como prueba de que cuando Pablo dice más adelante: “El obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer”, él está usando una regla moral universal contra la ordenación de la mujer al ministerio del evangelio, llamando la atención al orden de la creación. Sabemos con certeza que éste no es el caso, por cuatro razones hermenéuticamente sólidas.
Como ya hemos visto, por una simple comparación de Romanos 16:1 y 1 Timoteo 3:2, 12, está absolutamente claro que Pablo no quiso que su cita de “marido-de-una-mujer” constituyese una regla universal contra las mujeres que ocuparan un papel ministerial, sino más bien como una descripción del carácter moral que una persona debe poseer a fin de tomar el cargo espiritual.
Tenemos otros instantes en las Escrituras en los cuales las mujeres sí hablan o enseñan con autoridad de Dios. Lucas nos informa de una manera clara que Pablo y su equipo de misioneros se quedaron en la casa de “Felipe el evangelista” con sus “cuatro hijas doncellas que profetizaban” (Hechos 21:8-9). Piensa en esto: si Pablo creía en un mandato divino universal en el que todas las mujeres, en todo lugar y en toda época, tenían que aprender en silencio y no enseñar a los hombres por el hecho de que Adán fue creado primero, antes que Eva, no tendríamos este registro de las cuatro hijas de Felipe profetizando. Más bien, podríamos leer que Pablo les dijo a estas mujeres algo semejante a esto: “Ustedes son mujeres y nosotros somos hombres, manténganse en silencio. Nosotros les enseñaremos a ustedes, pero ustedes no nos enseñarán a nosotros.” Pero no, de lo que sí tenemos registro es de cuatro mujeres “que profetizaron”, claramente indicando que Dios hablaba a través de ellas con autoridad en la enseñanza.
La palabra griega hēsychia, traducida como “silencio” en 1 Timoteo 2, no se refiere estrechamente al silencio verbal, sino más bien a estar calmado y alejado de causar desorganización, a “no entrometerse oficiosamente en los asuntos de los demás” (Strong’s). Claramente, Pablo se dirige a un problema específicamente local. Habían algunas mujeres que estaban dominando e interrumpiendo el proceso de enseñanza, y Pablo esencialmente las reprendió al decirle que debían estar calmadas, dejar de interrumpir y reverentemente involucrarse en el proceso de la enseñanza.
En 1 Corintios 14, Pablo está de nuevo dirigiéndose a una situación de iglesia local. Por tres veces, él amonesta a estar en “silencio,” pero en esta ocasión las primeras dos veces él les pide a los hombres que permanezcan en “silencio,” dirigiéndose a las mujeres la tercera vez (versículos 28, 30, y 34). También en esta ocasión él explica por qué él les manda permanecer en silencio. En esa situación local había una falta de orden, resultando en confusión y distracción del proceso de la edificación en el cual la iglesia intentaba involucrarse. En este pasaje está claro que cuando Pablo manda su amonestación de “estar en silencio”, su interés es el de una preocupación práctica por las personas que hablan de más, que estaban fuera de control, tanto hombres como mujeres, para cesar de perturbar el proceso del discipulado de la iglesia.

Vemos, entonces que, en el contexto más amplio del pensamiento de Pablo, 1 Timoteo 2 no constituye una regla moral eterna para que todas las mujeres estén siempre en silencio y se abstengan de enseñar a los hombres. Eso no es lo que Dios quiere, es evidente por el hecho de que Él ha llamado y ha dado poder a las mujeres para enseñar, predicar y tener posiciones de liderazgo en la iglesia. Elena G. de White es el ejemplo más obvio e inmediato para los adventistas del séptimo día. Ella fue una predicadora itinerante y activa a lo largo de su ministerio, enseñando tanto a los hombres como a las mujeres, y todavía es la autoridad docente más prolífica en la historia adventista. “Ah”, alguien diría, “¡pero ella no fue ordenada!”

En realidad, ella fue ordenada… por Dios mismo:

“Dios me ordenó como su mensajera en la ciudad de Portland, y allí comenzaron mis primeras labores en la verdad presente” (Review and Herald, 18 de Mayo de 1911).

El caso de Elena G. de White es extremadamente informativo. Deja en claro, con toda la fuerza que lleva, que Dios escogió a una mujer para ser su profeta de los últimos días, para hablar y escribir con autoridad como la representante principal de su iglesia en los últimos días. Y Él hizo eso en una época en la historia cuando las mujeres generalmente no ocupaban papeles de liderazgo. Las mujeres ni podían votar, ni tampoco ocupar cargos políticos en su tiempo. Y sin embargo, Dios escogió a una mujer para ser el canal a través del cual Él enseñaría, guiaría y hasta reprendería a los hombres.

“¡Pero ella no fue ordenada por la iglesia!”

No, ella no lo fue, pero la ordenación se origina en Dios, no en los humanos, así que ella tuvo el nivel más alto, no el más bajo, de la ordenación. Si usted es ordenado por Dios, pero no por los seres humanos, todavía está ordenado. Si está ordenado por los seres humanos y no por Dios, no estaría ordenado.

“Pero ella fue ordenada solamente como una profeta, no como pastora, porque la ordenación pastoral la hubiera puesto en autoridad espiritual sobre los hombres, ¡y la Biblia prohíbe eso!”

Sin embargo, todos sabemos que fuera de la Biblia, los escritos de Elena G. de White constituyen la autoridad más alta de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Por eso es que todos la estamos citando con autoridad en este debate.

“¡Pero cuando los hombres en liderazgo le dijeron que debía irse a Australia, ella obedeció y se fue, porque ellos eran hombres y ella una mujer!”

Sí, ella sí se fue a Australia cuando le dijeron que fuera, pero no hay nada que indique que ella se fue porque era una mujer y los hombres le pidieron que se fuera. Ella se fue porque tuvo un espíritu humilde de sumisión hacia sus hermanos, de la misma manera que cualquier ministro siendo hombre en ese tiempo hubiera ido si los hermanos se lo hubieran pedido. En diferentes ocasiones, los hombres le pidieron a ella que hiciese otras cosas y ella los reprendió, y en muchas ocasiones ella les dijo a hombres en posiciones de liderazgo lo que ellos debieron hacer y ella esperó que lo cumpliesen.

El hecho claro es que Elena G. de White fue, en realidad, ordenada por Dios mismo, lo que indica claramente que mientras nosotros podemos estar en contra de ordenar a mujeres a un cargo espiritual de autoridad, Dios no lo está, lo cual incluso es una posición muy incómoda, si lo piensa.

¡Ciertamente incómoda!

Aquellos adventistas que interpretan 1 Timoteo 2-3 como un mandato universal contra la ordenación de la mujer traspasan la evidencia que tenemos en frente, sobre el hecho de que ellos son miembros de una iglesia con una mujer como profeta y una iglesia que siempre ha aceptado a mujeres en la enseñanza, en las predicaciones y en papeles evangelistas en general, todos los cuales, por definición, son actividades de autoridad espiritual. Tienen que exceder al texto para sostener su completa posición contra la ordenación de la mujer, mientras al mismo tiempo se permita el ministerio de Elena G. de White y se acepte que las mujeres en general enseñen y prediquen.

En otras palabras, hay una brecha flagrante en la lógica de su posición.

Comienzan por insistir en que la ordenación de sólo los hombres es un mandato moral debido al hecho que Adán fue creado antes que Eva, por lo cual ellos insisten en que las mujeres no podrán enseñar a los hombres con autoridad. Pero entonces se enfrentan a una mujer, como Elena G. de White, que es profeta y la aceptan en un papel de autoridad y enseñanza. Entonces tienen que buscar un ángulo explicativo para hacer excepciones en algunas mujeres que puedan enseñar a hombres. Pero aquí está el problema monumental: si estamos tratando con un mandato moral, entonces no puede haber ninguna excepción; para poder hacer excepciones, uno confiesa sin advertirlo que no es un asunto moral después de todo. Y si no es un asunto moral, entonces no hay una razón legítima para imponerlo como una regla universal para la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

¿Por qué Pablo hizo referencia entonces, al hecho de que “Adán fue formado primero, antes que Eva?”

Necesitamos sencillamente leer el contexto del pasaje para comprender lo que Pablo está tratando de decir. Mientras prestamos atención a los comentarios iniciales de Timoteo, descubrimos que una situación específica impulsó a escribir su carta:

“Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen una doctrina diferente” (1 Timoteo 1:3).

Luego, él continúa explicando que hay algunos en la iglesia de Éfeso que están ejerciendo su influencia en “acarrear disputas más que edificación en Dios, que es por fe. Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de un corazón limpio y de buena conciencia y de fe no fingida, de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman” (versículos 1-7). Al cierre del capítulo uno, él anima a Timoteo a que “pelee la buena batalla” contra los maestros falsos con quienes él está tratando en Éfeso, nombrando a dos de ellos, como “Himeneo y Alejandro.”

Es evidente, entonces, que Pablo se dirige a una situación local en la cual hay individuos que están posicionándose como maestros, causando disputas teológicas y quitando la edificación piadosa que debe caracterizar a la dinámica de la iglesia local.

Entonces, en el capítulo 2, Pablo procede a dirigirse al hecho de que hay algunas mujeres asistiendo a la iglesia de Éfeso que están agravando el problema. Ellas están obviamente en simpatía con los maestros falsos, porque luego en el capítulo 5, Pablo lamenta el hecho de que “algunas” de las mujeres en la iglesia de Éfeso “se han apartado en pos de Satanás” (1 Timoteo 5:15). Entonces Pablo está ofreciendo consejo a Timoteo acerca de cómo tratar con las mujeres que están contribuyendo a las disputas teológicas, ejerciendo de una manera dominante sobre los hombres.

¡Es esta situación que demanda Pablo para la amonestación de que las mujeres no deben “enseñar” o ejercer “dominio” sobre los hombres!

La palabra “dominio” aquí no es una palabra que indica liderazgo, sino describe una actitud controladora. Estas mujeres no estaban ejerciendo un liderazgo piadoso y Pablo no estaba, por lo tanto, diciendo que las mujeres nunca podría ser líderes piadosas. Él no está estableciendo una regla que niegue a las mujeres en general a enseñar o ser líderes. Más bien, él se está dirigiendo a una situación local desastrosa. Por eso es que, al escribir una carta a otro grupo local de creyentes, él confirma a una mujer llamada “Febe” por ejercer una influencia de liderazgo positiva: “Y que la ayudéis en cualquier cosa que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo” (Romanos 16:1, 2). A esta mujer no hay necesidad de decirle que se mantenga en silencio. Por el contrario, Pablo la posiciona como alguien a la que los creyentes deben “ayudar en cualquier cosa que ella necesite”.

Para entender el punto de cómo la situación local suscitaba esta forma específica de advertencia de Pablo, imagina si Febe y Elena G. de White hubieran sido las mujeres influyentes presentes en la iglesia de Éfeso. Habrían sido una fuerza femenina positiva y fuerte a tener en cuenta para los herejes. Al ser así, Pablo no habría escrito el mismo consejo. Pero tal como estaba, las hermanas locales estaban contribuyendo al problema y abriendo la puerta a los herejes. Entonces Pablo dijo que aquellas mujeres deben dejar de interrumpir el proceso de enseñanza y someterse a los hermanos que están tratando de enseñar la verdad y luchar contra los herejes.

En otras palabras, Pablo no está intentando crear un punto profundo y filosófico, sino más bien un punto práctico. En este pasaje estamos presenciando a Pablo, el pastor, en acción. Timoteo se enfrenta a algunas señoras bocazas, fuera de control, que están interrumpiendo el proceso de educación en la iglesia de Éfeso. Así que Pablo les dice que se tranquilicen, al igual que dijo a algunos hombres bocazas en Corinto. Entonces, para alcanzar su objetivo pastoral, él recurre al hecho de que, aunque Adán fue creado antes que Eva, fue Eva, y no Adán, quien fue engañada por Satanás. Él está hablando homiléticamente, como pastor, de un problema específico, y el relato de la Creación y la Caída en Génesis ilustran su punto. Pero no hay evidencia en este pasaje, ni en toda la narrativa bíblica, de que Dios haya dado una regla universal contra las mujeres que enseñan a los hombres en cualquier momento, cualquier lugar, y tiempo; y Pablo desde luego no está mostrando en este pasaje ningún punto a favor o en contra de la ordenación de las mujeres. La ordenación de la mujer no está en su radar.

La intención de la carta de Pablo a Timoteo es sencilla y clara, si tan sólo la leemos en su propio contexto histórico inmediato y situacional, lo que incluye el hecho de que Pablo estaba muy contento en otras ocasiones de dirigir la atención a mujeres que eran líderes buenas y dignas de confianza en la propagación del evangelio, como en el caso de Febe. Usar 1 Timoteo 2 y 3 para descartar la ordenación de la mujer es una extensión hermenéutica en el mejor de los casos. El pasaje sencillamente no apoya el peso de la posición—una posición tan grave que reclama que ordenar a mujeres al ministerio pastoral constituiría una infidelidad hacia las Escrituras.

PUBLICADO ORIGINALMENTE: https://lightbearers.org/blog/una-mirada-mas-profunda-a-la-ordenacion-de-la-mujer/

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